jueves, 17 de marzo de 2016

Contes, mythes et fables en haïku


Domergue, Agnès y Hudrisier, Cécile, Auprès de la Fontaine… Fables en haïku, París, Édition Thierry Magnier, 2016.

Domergue, Agnès y Hudrisier, Cécile, Autrefois l’Olympe… Mythes en haïku, París, Édition Thierry Magnier, 2015.  

Domergue, Agnès y Hudrisier, Cécile, Il était un fois… Contes en haïku, París, Édition Thierry Magnier, 2013.

Para bien o para mal, en la literatura infantil impera una suerte de estilo internacional, con ciertas características que pueden encontrarse en obras que pertenecen a lenguas y tradiciones diferentes, al menos dentro de Occidente. Incluso existen coincidencias en la manera en que los géneros infantiles se renuevan en distintas tradiciones literarias.  
En los últimos años la poesía infantil en lengua española se ha caracterizado por el consabido choque entre tradición y modernidad, entre un deseo de renovar el género y otro de ser continuista con el fin de no perder lectores. En esta pugna lógica, podemos encontrar algunas tendencias muy fáciles de reconocer. Por un lado, hay cierto deseo de usar nuevas estrofas y de huir de los moldes de la lírica popular mediante el verso libre o la incorporación de moldes de otras tradiciones, como el haiku japonés. Y, por otro lado, se da una tendencia bastante acusada a realizar relecturas de temas tradicionales y textos clásicos, como los cuentos, los mitos o las fábulas. Ambas tendencias, de las que hay sobradas muestras tanto en español como en otras lenguas (el libro de Dahl Cuentos en verso para niños perversos es fundacional y muy influyente a este respecto), confluyen en estos tres libros escritos por Agnes Domergue e ilustrados por Cécile Hudrisier, en los que se lleva a cabo una relectura en formato de haiku de tres fuentes tradicionales muy ligadas a la literatura infantil: los cuentos de hadas, los mitos y las fábulas de La Fontaine.
Los tres volúmenes constituyen sin duda un tríptico poético postmoderno (en el sentido de revisitar mediante formas nuevas – en occidente, claro está – textos muy viejos y conocidos) dotado de gran unidad. Que tengan una misma autora y una misma ilustradora ya es esencial para ello, pero, además, se pueden leer como una serie porque están publicados por la misma editorial y con el mismo formato.
Se trata de libros de pequeño formato pero de tapa dura. Tanto la cubierta como la contracubierta son blancas. En la parte superior derecha de la cubierta vemos el título del libro con el subtítulo aclaratorio correspondiente (… en haïku) en la misma tipografía, si bien cambia el color, para dotar de individualidad a cada volumen. En esa misma tipografía y color, pero más pequeños, están los nombres de las autoras, más abajo, y la parte central la ocupa una ilustración que refleja algunas de las del interior del libro. El lomo, en todos los casos, es de tela y de color, en cada caso distinto. La contracubierta incluye uno de los haikus y un texto sintético y aclaratorio de lo que  podemos encontrar dentro, que siempre empieza de manera similar, haciendo referencia a la dificultad de condensar en tres líneas toda una narración (Vouloir raconter un conte en trois lignes, c’est essayer de mettre un kilo d’oranges dans une toute petite fiole!, en el caso de los cuentos; Vouloir raconter les Fables de La Fontaine en trois lignes, c’est tenter entrer veau, vache et cochon dnas un ridicule pot au lait, en el de las fábulas; y Vouloir raconter la mythologie grecque en trois lignes, c’est essayer de mettre un kilo de pommes d’or dans une minuscule fiole, en el de los mitos).    
El interior revela asimismo una gran coherencia entre los libros. Los haikus aparecen siempre en la página impar, en letras blancas y sobre un fondo de color poco saturado que combina con los tonos usados en la ilustración, la cual siempre aparece sobre fondo blanco. Como otros libros de haikus ilustrados, en este caso la ilustración es en general un acierto porque en ella se ve la misma concentración que en la composición poética. No se elige, por tanto, realizar una ilustración más amplificadora o que invada la página en blanco, sino una imagen tan concentrada (y centrada en la página) como el propio haiku, a modo de poema visual. Además, el fondo de color no saturado de la página impar combina a la perfección con la técnica usada, la acuarela, que ofrece tonos menos intensos que otras opciones.
Las composiciones son necesariamente elípticas y, por lo tanto, altamente evocadoras y centradas en el detalle. Cuando el haiku intenta condensar una narración más larga, aunque no lo sea tanto como una novela, siempre se debe optar por una sintaxis sincopada y enumerativa. Los tres versos y el número limitado de sílabas obligan con frecuencia a la eliminación de nexos, por ejemplo, y a la yuxtaposición, así como a eliminar detalles que se supone el lector conoce porque ya está familiarizado con el cuento, el mito o la fábula. De esta forma, los haikus se encienden como fogonazos imaginarios, o como pinceladas o trazos minimalistas, en medio del silencio, para evocarnos, más que contarnos, la historia que pretenden reescribir.
       Por todo ello, estos tres libros, sin duda difíciles de traducir al español pero no de replicar en nuestra lengua, constituyen, además de una bella muestra de libro infantil y de libro objeto, una buena herramienta de educación literaria, así como un buen instrumento para desarrollar la expresión escrita y la creatividad en jóvenes y no tan jóvenes lectores. Nos hace ver, entre otras cosas, que los clásicos son textos extremadamente maleables y adaptables y que siguen relecturas – textuales y visuales – infinitas.

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