jueves, 5 de noviembre de 2015

Libro de las lunas


Jabato, María Jesús, Libro de las lunas / Moons’ Book (ilustraciones de María Bravo; traducción de Pablo Quintana), Burgos, Caja de Burgos, 2015.

María Jesús Jabato ganó hace dos años el Premio “Ciudad de Orihuela” de poesía para niños, convocado por la editorial Kalandraka, un galardón que evoca desde su nombre la figura de Miguel Hernández, tan ligado a la localidad alicantina, y que no en vano se falla coincidiendo con el aniversario de su nacimiento y se entrega cerca del de su muerte. Como natural prolongación de ese premio, e incluso como agradecido homenaje a la sombra benefactora del poeta, la autora nos ofrece ahora este bilingüe Libro de las lunas / Moon’s Book, que desde el título evoca a Miguel Hernández y su Perito en Lunas. Por si quedara alguna duda, la dedicatoria – “Miguel Hernández, perito en lunas, en la memoria” – lo confirma. Además, el libro está dividido en cuatro partes que reflejan las distintas fases de la luna y reflejan otros tantos momentos de la vida de Miguel Hernández, como queda claro en los propios epígrafes.
Así, tanto el que todo el poemario evoque a Miguel Hernández como la división en estas cuatro partes, que suponen un amago de narración, entronca con un rasgo muy frecuente en la poesía infantil actual en español.
Mientras que los poemarios para adultos son conjuntos de poemas en los que se puede hallar un nexo común pero sin que este sea evidente desde el principio, en los infantiles suele claro hilo conductor que funciona como marco o metanarración. En consonancia con ello, Libro de las lunas puede leerse como una narración de la vida de un poeta, Miguel Hernández, pero cuya acción no avanza tanto a golpe de anécdota, pues la referencia a acontecimientos de la biografía del poeta no siempre es clara, como de espíritu.
La primera parte, “Luna Nueva: Miguel Hernández nació en Orihuela el 30 de octubre de 1910. De niño, fue pastor de cabra”, refleja la niñez como cabrero de Miguel Hernández, y por eso la mayoría de los poemas están dedicados a las cabras o tienen estas por protagonistas. En el primer poema, sin embargo, ya se adelanta la faceta de poeta del niño Miguel, cuando, hablando de una cabrita rubia, dice que “grita al viento / ento / ento, / que son carbón sus pezuñas / unas / uñas”. Los demás tienen casi todos un tono más bien juguetón, con sinsentidos y juegos de palabras, como en La boda, o personificaciones, como en Copla de la cabra ciega. Sin duda esta es la sección más lúdica de todo el poemario, porque refleja precisamente la infancia del poeta. Solo al final, en el último poema, da un paso hacia cierto lirismo (“Los cuernos de la cabra / son el perchero / donde el sol del verano / cuelga el sombrero”) que será la tónica general de la segunda sección, “Cuarto creciente: Mientras cuidaba el ganado, Miguel Hernández leía y escribía poesía”, que refleja el momento de aprendizaje poético de Miguel Hernández. Por eso, la mayor parte de las composiciones tiene un componente metafórico y arroja una perspectiva distinta sobre la realidad: es la mirada de un poeta, que sabe encontrar relaciones inesperadas entre las cosas que lo rodean. 
La tercera sección, “Luna llena: En 1936 estalló la Guerra Civil. Miguel Hernández se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena”, supone un punto de inflexión, tanto en la vida del escritor de Orihuela como en el propio poemario. La intención de la autora queda clara desde el primer y brevísimo poema, que intenta plasmar la visión de la guerra desde una óptica infantil relacionada con el juego (“Yo soy rojo. / Y yo azul. / Eres tonto. / Tonto tú. / No te ajunto. / A mí qué . / Yo te mato. / Yo también”). Dicha visión es asimismo palpable en otros poemas como Cómo se hace una guerra, que usa el molde de la receta para describir los elementos de una guerra y el absurdo de la misma, La guerra imposible, que se construye sobre estructuras paralelísticas y usa el sinsentido propio de la poesía popular para denunciar el sinsentido de la guerra, Arirmética o Nana para dormir un soldado. Entre este tono general, destaca por la potencia de sus imágenes, y por la sintética ilustración que lo acompaña, un poema de título tan contundente como ¡Bang!
Por último, la cuarta sección, “Cuarto menguante: En 1939 apresaron a Miguel Hernández. Enfermó. Murió en la cárcel del Alicante el 28 de marzo de 1942”, es quizás la más miscelánea de todas, y la menos clara en unidad. Junto a poemas en los que se refleja la muerte del poeta (Como un pajarillo, Eclipse de lune) y su posteridad, hay otros poemas en los que se vuelve a usar el tono lúdico predominante (Matemática de la luna, Poesía inacaba-, Nueva poesía inacaba-) y, en fin, hay composiciones que parecen motivas por una clara pretensión de expresar la idea de que, aunque un poeta muera, la poesía es algo que continúa en los versos y la mirada de los que siguen vivos.
Para quien esté familiarizado con la obra de María Jesús Jabato, este libro no le deparará ninguna sorpresa. Está presente en él lo que podría llamar  “marca de la casa”: hay recursos típicos de la poesía popular combinados en algunos momentos con el uso de metáforas más audaces que dan una mayor tersura a su estilo y que elevan considerablemente la calidad del poema. No hay duda, pues, de que de María Jesús Jabato domina la técnica poética de los versos de arte menor, de raigambre popular, con suma maestría: es ahí donde radica su punto fuerte y donde el poemario cumple con creces con lo que pretende. Además, la autora sabe diversificar sus recursos dentro de esta línea general y crear así poemas con distintos moldes textuales que evitan la sensación de reiteración. Sin embargo, creo que María Jesús Jabato es también maestra en una parte tan importante de la poesía como es la creación de metáforas y de imágenes, y tal vez se echa de menos que  hubiera sacado más a relucir esa veta suya de creadora de imágenes nata, porque sin duda este libro, y la misma advocación a Miguel Hernández sobre la que se construye, así lo pedía. O, dicho de otra manera, que este Libro de las lunas se elevara un poco más a esos cielos líricos por los que a veces los versos sí se pasean. 

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