domingo, 24 de mayo de 2015

Concierto a lo Dagoberto


Baldallo, Luna, Concierto a lo Dagoberto, Huelva, Música Fundamental / Abracadabra, 2012 (ilustraciones de Ana Baldallo)

 Siempre es una alegría que lleguen a las manos de uno proyectos de poesía infantil cuya publicación se ha debido a la confianza y al empeño de sus autores e ilustradores. Si hace un año reseñábamos aquí un producto personal – tanto por el empeño de su autor como por el polifónico resultado – como Pequeño buzo somnoliento, ahora es el turno de Concierto a lo Dagoberto, un texto de Luna Baldallo con ilustraciones de Ana Baldallo. Ya solo por el hecho de haberlo sacado adelante merecería una reseña; pero además, este libro es un buen producto al que merece la pena darle la mayor difusión posible.
Concierto a lo Dagoberto es un una (casi) historia en rima muy musical. Y es una casi historia porque en realidad se parece más un concierto, ya que posee una estructura más musical que narrativa, más ambiental que anecdótica. Su carácter musical queda plasmado desde el aparato peritextual que envuelve al texto en sí. No ya solo el título, por supuesto, sino la cubierta, donde vemos al personaje central, ese Dagoberto, tocando un piano, en plano cenital, del que parecen nacer estrellas y que enlaza así a la perfección con la cita de Tchaikovsky que figura en la contracubierta, que podría resumir el espíritu del libro: “En verdad, si no fuera por la música habría más razones para volverse loco”. Este libro, en efecto, nos habla del poder sanador de la música, de cómo esta nos eleva y nos lleva más allá de nosotros mismos – una idea muy antigua, pero con total vigencia – y nos hace viajar. Más adelante, las guardas son, además de musicales, coherentes con lo que ya llevamos visto: en el centro, un teclado de piano y, arriba y abajo, un fondo azul con estrellas doradas. Los motivos musicales también están presentes en la portadilla de las dedicatorias, donde se ve un disco de vinilo, y en la portada, pues hay un pentagrama debajo del título.
 Así, con todo ello, resulta más que adecuado envolver lo que el texto nos cuenta (aunque me resisto a usar esta palabra). El texto rimado nos habla de Dagoberto, un pianista “armonioso y aplicado” que “toca como un artista / de corazón apagado”. Lo que le ocurre es que, a pesar de cantar por todas partes, “su canción palidece”, pues su espíritu “está mustio” y ya nadie le aguanta. Él dice que le duele la mano, pero sus amigos no le creen, y por eso llaman a “Don Genaro, médicos a domicilio”, quien, cuando llega a casa de Dagoberto, en lugar de auscultarlo o ponerse a curarlo, enloquece al ver el piano (pues “quiso ser / un famoso concertista”). Con el médico al piano, Dagoberto se pone a cantar, y se olvida de sus males. La música de repente les cambia el ánimo a los dos, uno no se acuerda de que es médico, el otro se olvida de su aflicción, y ambos piensan en irse a viajar por el mundo. Tanto es así, que el libro acaba con el propio Dagoberto gritando “Hurra por la diversión”.
Concierto a lo Dagoberto es, por tanto, un libro de inicio melancólico y final feliz y luminoso, pues nos habla de la capacidad sanadora de la música, en la línea de la cita de Tchaikovsky. No es casualidad que se haya elegido a un médico que no cure con los métodos tradicionales y que use la música, en un final catártico para ambos: el uno porque se reencuentra con su vocación, y el otro porque la música en manos de los otros le hace ver cuál es el verdadero valor.
Pero este Concierto a lo Dagoberto es un libro también musical y rítmico por su estructura. Mayormente está organizado en estrofas de cuatro versos en los que se alternan diversas distribuciones de rima, usando las clásicas de arte menor en octosílabos de la poesía española, que le dan al conjunto una agilidad muy apropiada. Y, aun así, lo más importante es que hay momentos en que queda claro que a la autora no le interesa solo el ritmo, sino también ofrecer algo inédito a través del lenguaje. Por ejemplo, cuando dice que Dagoberto tiene el “corazón apagado”, que su “canción palidece” o que su espíritu “está mustio”, hermosas metáforas para hablar del desánimo.
     Así, Concierto a lo Dagoberto desprende alegría y música después de su lectura, pese a su comienzo melancólico, a lo cual contribuyen también sus luminosas y muy bien perfiladas ilustraciones, si bien estas no son monocordes, sino que transmiten este cambio que se da en Dagoberto, ese paso de la tristeza a la alegría. En este sentido, destaca la manera de representar la primera, porque se basa más en la elipsis y en las metáforas visuales que en la representación literal. Por ejemplo, cuando el texto dice que Dagoberto se va a la cama “agobiado” y por la mañana “se levanta fatal”, vemos un primer plano del personaje con cara de dormido y triste, con una mosca rondando su cabeza y una araña colgando de su abundante cabello. En la página de al lado, hay una taza con una infusión, humeante. También es un acierto la elección de la pila de platos y vasos sucios para representar la depresión de la que habla el texto, y además representarla con colores frío, así como ilustrar al médico como una puerta que se abre en medio de la oscuridad, un página entera en azul oscuro. Sin embargo, cuando el médico se pone al piano y cura a Dagoberto, los fondos se blancos, predomina el amarillo y se hace la luz de repente, y la ilustración sigue jugando con la síntesis al representar instrumentos, el mundo y un pie caminando.
    Por todo esto, por la alegría que transmite, por su carácter musical, por el ritmo y por el uso del lenguaje, mercería la pena que este Concierto a lo Dagoberto llegara a los ojos y los oídos de muchos lectores.  

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