viernes, 31 de enero de 2014

Premio Fundación Cuatrogatos 2014

El Premio Fundación Cuatrogatos 2014 - cuyo objetivo es contribuir a destacar los valores de las obras premiadas, para que lleguen, durante este año 2014, al mayor número posible de hogares, escuelas, bibliotecas y otros espacios donde se propicie el encuentro de los jóvenes lectores con obras de calidad -a ha sido otorgado, por sus méritos literarios y plásticos, a 20 libros para niños y jóvenes de autores iberoamericanos. Y, entre ellos, hay tres libros de poesía: El idioma secreto, ya reseñado; Bululú, que será reseñado próximamente; y Taquititán de poemas, una antología de poemas venezolana.

La lista completa de obras elegidas es la siguiente:

Bululú
Beatriz Giménez de Ory
Ilustraciones de Mariona Cabassa
Pontevedra: Faktoría K de Libros, Kalandraka, 2013

Caperucita Roja
Adolfo Serra
México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2013

Clarice era una reina
José Rosero
Santa Marta de Tormes, Salamanca: Lóguez, 2013

El cuento fantasma
Jaime Gamboa
Ilustraciones de Wen Hsu Chen
Ciudad de Guatemala: Amanuense, 2013

Felini
Marco Chamorro
Quito: Altea Santillana Ecuador, 2012

La guarida de las Lechuzas
Antonio Ramos Revillas
Ilustraciones de Isidro R. Esquivel
México D.F.: Ediciones El Naranjo, 2013

El idioma secreto
María José Ferrada
Ilustraciones de Zuzanna Celej
Pontevedra: Faktoría K de Libros, Kalandraka, 2013

Letras robadas
Triunfo Arciniegas
Ilustraciones de Claudia Rueda
Barcelona / México D.F.: Océano Travesía, 2013

Lo más raro de mi casa
María Fernanda Heredia
Ilustraciones de Roger Ycaza
Buenos Aires: Edelvives, 2012

Loba
Verónica Murguía
Madrid: Ediciones SM, 2013

Luces en el canal
David Fernández Sifres
Ilustraciones de Puño
Madrid: Ediciones SM, 2013

Monstruos por el borde del mundo
Eduardo Abel Giménez
Buenos Aires: Edelvives, 2012

Montañas en la cama
María Molina (Maricuela)
Ilustraciones de Sonja Wimmer
Pontevedra: OQO Editora, 2013

La niña, el corazón y la casa
María Teresa Andruetto
Bogotá: Babel, 2012

Papá y yo, a veces
María Wernicke
Buenos Aires: Calibroscopio, 2013

Prohibido leer a Lewis Carroll
Diego Arboleda
Ilustraciones de Raúl Sagospe
Madrid: Anaya, 2013

Soldados en la lluvia
Toño Malpica
Ilustraciones de María Teresa Devia
Bogotá: Norma, 2013

Taquititán de poemas
Selección de María Elena Maggi y María Francisca Mayobre
Ilustraciones de Ana Palmero Cáceres
Caracas / Barcelona: Ekaré, 2013

El único y verdadero rey del bosque
Texto e ilustraciones de Iban Barenetxea
Barcelona: A buen paso, 2013

Yo
Menena Cottin
México D.F.: Ediciones Tecolote, 2013


jueves, 30 de enero de 2014

Tiempo de haikus


Aunque el haiku es una forma métrica bastante antigua – y, según escribe Natsume Soseki en Botchan, propia de “peluqueros cursis” – en España su uso se ha convertido en síntoma de cierta modernidad e innovación literarias, junto con otro subgénero también mínimo como el microrrelato, que tampoco es nuevo pero ha conocido en los últimos años un singular esplendor.
Era, pues, tan solo cuestión de tiempo que esta moda llegara también a la lírica infantil, un poco retrasada siempre a la hora de adoptar innovaciones. Algún otro libro reciente incluía haikus entre sus composiciones, como Zumo de granada y un tictac, pero, casualmente, el año pasado se publicaron dos poemarios compuestos exclusivamente de haikus: 100 amb gust de boira, de Dolors Pellicer, y Al corro de las palabras, de Antonia Rodenas. Es esta coincidencia en el tiempo lo que nos anima a reseñarlos conjuntamente aquí.
El estar compuestos exclusivamente por esta estrofa japonesa de tres versos sin rima no es el único rasgo en que estos poemarios coinciden, pues ambos se centran en la naturaleza, como suele ser habitual en este tipo de composiciones, y además lo hacen dividiendo el conjunto en cuatro secciones distintas. El libro de Dolors Pellicer lo hace claramente al descubierto, pues sus haikus se agrupan en cuatro secciones tituladas Somnis del dia i de la nit, Somnis d’aire i d’aigua, Somnis de terra endins y Somnis de més endins. El de Antonio Rodenas traza un recorrido por las cuatro estaciones, aunque en este caso no haya divisiones que lo indiquen ni partes específicamente señaladas en el libro.
Sin embargo, al margen del uso del haiku, de esta división en cuatro secciones y de la presencia de la naturaleza como tema principal, quizás más acusada en el libro de Pellicer que en el de Rodenas, ambos poemarios no se parecen demasiado, tal vez porque cada uno de ellos fue compuesto y publicado para tipo de destinatario o lector pretendido distinto.
Al corro de las palabras es un libro para lectores más bien primerizos, como denota su aparato peritextual. No solo porque se indica en la contracubierta (“A partir de 4 años”), o por el título, sino porque las propias características editoriales del volumen así lo demuestran. Se trata de un libro de pocas páginas, muy similar a un libro-álbum, con ilustraciones a todo color que comparten protagonismo y páginas con los poemas. Las propias ilustraciones, con trazos y coloración irregulares y formas parecidas a los dibujos de un niño, parecen reclamar un receptor de poca edad que se sienta familiarizado con ellas. Esa misma demanda de identificación por parte del lector es lo que explica tal vez que en casi todas las imágenes aparezcan dos personajes, un niño de pelo oscuro y una niña de melena castaña, que sirven de hilo conductor a través del paso de las estaciones que se refleja en el poemario. Este, en fin, parece destinado a lectores primerizos sobre todo por la sencillez del lenguaje, mayoritariamente descriptivo, sin hacer uso de muchas imágenes o recursos más elaborados, aunque de vez en cuando hay destellos más líricos, con comparaciones (“La nube blanca / parece un elefante / de trompa larga”),  metáforas (“Friego los platos / descubro el arcoíris / entre mis manos”) o personificaciones (“Bajó la luna / a bañarse en el agua / de la laguna”; “En el invierno / los árboles desnudos / miran la cielo”) muy afortunadas.
100 amb gust de boira es, en cambio, un libro para lectores de más edad, cosa que también queda claro por su aparato peritextual, aunque no haya aquí ninguna indicación que revele la edad a la que cual va dirigido preferentemente. Tiene un formato de libro convencional, en rústica y tamaño más pequeño, su extensión es mayor y sus ilustraciones, en blanco y negro y más estilizadas, con acusada tendencia a lo caligráfico, ya no tienen un protagonismo tan claro, ni tampoco aquí hay aquí un personaje que sirva de hilo conductor a los poemas. Pero, al igual que en Al corro de las palabras, es el lenguaje el que más claramente nos revelaba el destinatario ideal, ya que en el libro de Pellicer los poemas son menos descriptivos y diáfanos, y consiguen con más frecuencia dejar tras ellos ese misterioso temblor que queda flotando en el aire tras un buen poema. Sin duda están pensados para un lector más experimentado y ya iniciado en el conocimiento de la poesía y de una estrofa como el haiku, que, por su brevedad, se basa en muchas ocasiones en la elipsis y demanda al receptor que rellene los huecos de lo no dicho con su imaginación. Así, encontramos haikus hermosamente delicados como “Nit de fogueres. / Els desitjos s’enlairen / vers les estrelles” (“Noche de hogueras / los deseos despegan / hacia las estrellas”); “Vestit salobre / traces d/’aigua maresa / que el vent m’eixuga” (“Vestido salobre, / rayas marinas / que el viento me seca”); o “Campana rosa, / un toc de primavera / es la rosella” (“Campana rosa, / un toque de primavera / es la amapola”), junto a otros más humorísticos como “La mossegada / em dóna una sorpresa. / Poma okupada” (“El mordisco / me da una sorpesa. / Manzana okupada” o “De la maneta, l’estiu i les vacances / van de presseta” (“De la mano, / el verano y las vacacioens / van de prisa”).
En suma, Al corro de las palabras y 100 amb gust de boira, a pesar de estar compuestos solo por haikus y tener como tema principal la naturaleza, son dos libros muy distintos entre sí, principalmente porque han sido pensados para dos lectores de edades distintas, lo cual queda de manifiesto tanto en sus características textuales como peritextuales. Esta manera de adaptarse a las necesidades y capacidades de dos lectores distintos refleja no solo la habilidad de ambas autoras, sino también el potencial del haiku como estrofa válida para edades diferentes. Y estos dos libros demuestran, en fin, que no hay estrofas más o menos idóneas para la poesía infantil si el emisor es capaz de adaptarlas a las características y habilidades del lector pretendido que tiene en mente.

Pellicer, Dolors, 100 amb gust de boira, Mislata, Edelvives Baula, 2013 (ilustraciones de Xelo Garrigós).

Rodenas, Antonia, Al corro de las palabras, Madrid, Anaya, 2013 (ilustraciones de Carme Solé Vendrell).

miércoles, 29 de enero de 2014

El clásico de la semana es...





El librillo, de Fernando Aramburu, los pinitos poéticos infantiles de un narrador hoy consolidado.

Gárgara envidiosa

Están cantando los grillos
junto al charquito del agua,
donde puso el pie mi niña
para curarse una llaga. 

La luna, diente de plata,
queriendo mojar los pies
se mojó toda la falda. 

¡Ay, luna, siempre tan alta! 

Bú de cielo a cielo 

El sol pestañea
su ojo amarillo 
y luego le cuest
diez horas abrirlo. 

Motita de arena, 
se le ha metido
la noche molesta
y no puede abrirlo.

A dormir las niñas, 
a callar los niños.
La luna y su ceja
y el negro burrito.  

Aramburu, Fernando, El librillo, Madrid, Hiperión, 1995 (ilustraciones de Patricia Garrido).

lunes, 27 de enero de 2014

El idioma secreto


Ferrada, María José, El idioma secreto, Pontevedra, Kalandraka, 2013 (ilutraciones de Zuzanna Celej). 

 
El canon de la literatura infantil, pero, sobre todo, de la juvenil, se nutre en gran parte de lo que Zohar Shavit llama textos de estatuto difuso, es decir, aquellas obras literarias que son leídas tanto por adultos como por  niños. Esta ambivalencia muchas veces no beneficia a la literatura infantil, ya que hay quienes tienden a proclamar con despreocupación que las obras de calidad para niños y jóvenes son aquellas que son también leídas por adultos. Sin duda se trata de una apreciación equivocada desde el momento en que determinadas obras literarias forman parte solamente del canon infantil. Según dicho punto de visto, no nos quedaría otro remedio que decir que Donde viven los monstruos o ¿A qué sabe la luna?  son malas obras de literatura infantil solo porque sus lectores son niños y no adultos. Y por supuesto que no lo son.
Otra cosa muy distinta es encontrarse con textos sumamente versátiles que pueden funcionar como lectura tanto para niños y jóvenes, pues cumplen con los rasgos propios de este corpus, como para adultos, puesto que no defraudan las expectativas de un lector más formado. El idioma secreto, de María José Ferrada, es uno de esos textos. Y, aunque ha ganado el Premio Ciudad de Orihuela de Poesía 2012, funcionaría igual como poemario para adultos y publicado en una colección de poesía general. Sería, pues, este un libro de estatuto difuso, sin dejar por ello de ser un libro de poesía infantil o, tal vez, juvenil. Eso lo hace distinto, mas no necesariamente mejor. Hay poemarios infantiles que no resistirían esta prueba y que, sin embargo, son excelentes.
Esta posición difusa de El idioma secreto se explica, obviamente, porque se dan en él una confluencia de rasgos formales típicos de la poesía infantil con otros propios de la poesía para adultos, en una unión armoniosa que no desequilibra el conjunto debido a que en este caso la voz poética que habla durante todo el poema es uniforme. No se trata aquí, como en otro libro que reseñamos hace unos meses, de que una voz infantil domine sobre una voz adulta, ni de que la voz fingidamente infantil estrangule con su engolamiento una voz adulta que se resiste a batirse en retirada y asome aquí y allá de manera incongruente. En El idioma secreto, por el contrario, hay una voz adulta que evoca vivencias infantiles con su abuela en tiempos de cierta escasez y cómo esta le enseñó ese idioma secreto que funciona como metáfora unificadora de todo el libro. Lo curioso, empero, es que esa voz deja al descubierto la gran paradoja de la literatura infantil, la cual, según Perry Nodelman, consiste en que siempre hay una voz adulta que, por mucho que trate de esconderse, siempre emerge entre los pliegues de cualquier texto destinado a los niños. Aquí en ningún momento esta voz poética, que tiene también algo de voz narrativa en la medida en que evoca fragmentariamente una serie acontecimientos de su infancia, intenta pasar por la de una niña. Es, por el contrario, la de una adulta que recuerda su niñez.  
En consonancia con ello, en El idioma secreto se da una total ausencia de recursos propios de la poesía popular y un uso decidido del verso del verso libre, algo que aún es llamativo dentro del terreno de la lírica para niños, aunque sí sean más propios de la poesía para niños el protagonismo infantil y la estructura levemente narrativa de todo el conjunto. En este sentido, el libro podría leerse al mismo tiempo como el retrato del aprendizaje sentimental de una niña y como un solo poema en el que el principio y el final son casi idénticos, con una leve variación que refleja precisamente la evolución del yo protagonista. Así, el libro se abre y se cierra de forma casi idéntica (“El idioma secreto me lo enseñó mi abuela. / Y es un idioma que nombra las plantas de tomate, la harina, los botones. / Un día me llamó. / Me dijo que antes de que la muerte se la llevara quería entregarme algo. / Mi herencia era una caja de galletas con ovillos de lana y boletas de ferretería. /Ahí dentro estaban las palabras”), si bien al final a estos versos se les añade una coda muy significativa  (“Y con ellas /hice mi habitación en el mundo”). Y, en efecto, entre este principio y este final casi simétricos, las palabras se equiparan con la naturaleza y con los objetos para dibujar un universo donde la figura central es la abuela (“Las manos de mi abuela eran dos nidos tibios / donde volvíamos / luego del vuelo por los sauces y los limoneros. / Quería un idioma / para nombra nuestros recuerdos. / Un idioma secreto con palabras de pájaros y colmenas. / Un idioma de higos”). Se trata, en fin, de un delicado retrato lleno de lirismo que, afortunadamente, las ilustraciones de Zuzanna Celej no hacen sino subrayar con imágenes tan bellas y coherentes con el texto como el árbol-abrigo o los caracoles rondando la taza, todas ellas dotadas de un tono difuminado que resalta aún más el carácter intimista del texto.
Sin duda, es una buena noticia que un premio tan importante como el “Ciudad de Orihuela” se haya decidido a galardonar a un libro de poemas para niños escrito en verso libre y en el que no hay rastro alguno de la lírica popular, aunque solo sea por dar un mentís a quienes crean que la poesía infantil debe tener siempre rima y un ritmo muy marcado.

Ferrada, María José, El idioma secreto, Pontevedra, Kalandraka, 2013 (ilutraciones de Zuzanna Celej). 



domingo, 26 de enero de 2014

El clásico de la semana es...

Ronda del arco iris, de Concha Zardoya, delicado testamento lírico de una fértil poeta.



En el azul se pierden
las sombras de los pájaros. 
¿No te preguntas por qué
ni si ha ocurrido cuándo? 

Si miras a la luna
verán siempre tus ojos
paisajes que dibujas
sin saber cómo. 

Zardoya, Concha, Ronda del arco iris (poemas para niños), Valladolid, Fundación Jorge Guillén, 2004.

viernes, 17 de enero de 2014

jueves, 16 de enero de 2014

Fallado el XI Premio "Luna de Aire" de poesía infantil

La escritora burgalesa María Jesús Jabato ha sido la vencedora por su poemario Campo de Lilaila
 
Campo de Lilaila es el título del poemario que se ha alzado con el galardón del XI Premio “Luna de Aire” de poesía infantil organizado por el CEPLI y patrocinado por el Vicerrectorado de Cultura y Extensión Universitaria de la Universidad de Castilla-La Mancha.
El jurado, presidido por Mª Ángeles Zurilla, ha destacado el buen tono literario de la obra premiada, así como los recursos propios de la poesía popular cuyo eco resuena prácticamente en todos los poemas. El portavoz del jurado, José Ángel García –director de la Real Academia Conquense de Artes y Letras- ha mencionado también la buena estructura del poemario, “muy coherente tanto formal como temáticamente”. Junto a los ya mencionados, han formado parte del jurado Mª Jesús Gil, coordinadora de programas de la Fundación SM; los profesores Ángel Luis Luján y Carmen Utanda; el director del CEPLI, Pedro Cerrillo; Carlos Julián Martínez, vicegerente del Campus; y José Ántonio Perona, subdirector técnico del servicio de publicaciones de la universidad.
Con esta obra, su autora, la burgalesa María Jesús Jabato, consigue alzarse en el mismo año con dos de los mayores galardones nacionales en poesía infantil, el Premio Ciudad de Orihuela y el Premio Luna de Aire.
Para finalizar el acto, la vicerrectora y el director del CEPLI han presentado la nueva edición del premio “Luna de Aire”, cuyas bases se pueden consultar ya en la web del centro (www.uclm.es/cepli) y han emplazado a los asistentes al acto de entrega del premio y presentación de la obra –que, como es costumbre, será ilustrada por un egresado de Bellas Artes- dentro de unos meses.
En esta edición se han presentado 92 obras participantes provenientes de diferentes regiones españolas y de países latinoamericanos como Argentina, Cuba o México.


Bases del XII Premio de poesía infantil "Luna de Aire"

Página web de María Jesús Jabato 

miércoles, 15 de enero de 2014

El clásico de la semana es...




La playa larga, de Jaime Ferrán, un hermoso reflejo de todo lo que puede ser el mar, pleno de imágenes, caligramas y juegos tipográficos.


Tendido junto al mar
cierro los jos
y hasta la oscuridad
se vuelve de oro,
mientras las olas suenas
cercanas, 
como
una gran caracola
donde está todo. 


El mar es una cuna
en la que cabe todo.
El mar es una tumba
donde nadie está solo.
Del mar vino la vida
hasta dar con nosotros. 
Al mar regresaremos
un día u otro. 

Ferrán, Jaime, La playa larga, Madrid, Susaeta, 1981.

domingo, 12 de enero de 2014

El clásico de la semana es...


Rimas de luna, de Antonia Rodenas, un libro que demuestra que nunca es demasiado pronto para empezar a leer poesía.



Rodenas, Antonia, Rimas de luna, Madrid, SM, 2004 (ilustraciones de Asun Balzola).


jueves, 9 de enero de 2014

Soplacoplas


Pisos, Cecilia, Soplacoplas, Madrid, Anaya, 2013 (ilustraciones de Juan Vidaurre).



La poesía infantil tiene en la lírica popular una de sus fuentes de inspiración y alimentación principales, como es bien sabido, y son muchos los autores que parten de composiciones tradicionales para insuflarles nuevos aires. Ese es el caso de Soplacoplas, de la escritora argentina Cecilia Pisos, cuya premisa queda de manifiesto desde el título: estamos ante un conjunto de coplas, es decir, de poemas de cuatro versos octosílabos con rima asonante en los pares. Sin embargo, lo más llamativo de este poemario es que la autora aprovecha la concentración de esta estrofa tradicional para construir poemas que son como fogonazos en medio de la página y ofrecernos así una poesía que se ve antes de leerse, pues el blanco de la página realza el carácter concentrado de los versos y estos iluminan con fuerza el silencio que los rodea.   
Este ejercicio de síntesis imaginaria realizado por Cecilia Pisos en los poemas encuentra eco en las imágenes de Juan Vidaurre, que reflejan un modo de concebir la ilustración alejado de las técnicas tradicionales y cercana sin embargo al diseño, con ecos de Joan Brossa y próximo a las propuestas de Isidro Ferrer. La libre asociación de conceptos que se lee en los poemas de la página izquierda se prolonga en la página derecha en la una libre asociación de imágenes en principio alejadas que quizás a nadie se le hubiera ocurrido unir. Una anciana cuyo pelo es un  ovillo de lana completa la Copla de ganchillo  (“Adentro de cada ovillo / hay un suéter ya tejido. / Basta acercarle una abuela, aguja y gato dormido”); un paraguas echa raíces en la Copla con nubosidad variable (“Hay nubes con forma de oso / y de cometa que sube / nubes pollito o dragón, ¿hay nubes como las nubes?”); o un código de barras se convierte en peine en la Copla con jinete (“El peine que va a caballo / del afierado cabello / es gran domador de nudos / y deja lacios los sueños”).
Es este Soplacoplas, pues, una feliz síntesis entre la poesía popular hispánica y ese tipo de lírica concentrada, sintética, mínima, llamada a veces poesía del silencio, basada en el poder de la imagen y en el despojamiento absoluto. Al hacerlo, la autora demuestra una confianza absoluta en la capacidad lectora de los niños. Con un pie en la tradición y otro en la modernidad – y pocas veces un tópico crítico resulta más pertinente – Cecilia Pisos nos regala un excelente texto que ha tenido la suerte de ser completado con las ilustraciones de Juan Vidaurre. Cuando no cabe imaginar mejor acompañamiento para el texto, como ocurre en este caso, es que el libro ilustrado como artefacto estético conjunto es un éxito. Y este, qué duda cabe, lo es.   

sábado, 4 de enero de 2014

El clásico de la semana es...




El clásico de la semana es ¿Sabrá volar el mar?, una preciosa selección de poemas de José Corredor-Matheos con ilustraciones de Noemí Villamuza.



La abuela mece a la niña
la niña la mece a ella.
¿Habrá alguien más feliz
sobre la tierra?


Si llora un niño
es como si lloraran
todos los niños.
Ríe, Judit,
por si todos los niños
ríen así.


Corredor-Matheos, José, ¿Sabrá volar el mar?, Madrid, El Jinete Azul, 2010 (ilustraciones de Noemí Villamuza).