domingo, 22 de junio de 2014

Rime di rabbia





Tognolini, Bruno, Rime di rabbia, Milán, Salani Editore, 2010 (ilustraciones de Giulia Orecchia)


No es la rabia un sentimiento que abunde en la poesía para niños, refugiada como parece esta en una suerte de Edad de Oro o Arcadia literaria donde solo caben contemplaciones de la naturaleza en un tono en general buenista, tal vez porque el yo poético que más abunda en ella es una especie de maestro bienintencionado que solo habla a los niños que le gustaría tener en clase, es decir, esos niños atentos, tranquilos e inocentes que no tienen ninguna maldad y a los que hay que alejarlos de los peligros de la vida. Cada época dibuja con su literatura infantil la idea de infancia que existe en ese momento de la historia, y la poesía infantil de hoy no parece dirigirse a un niño rabioso o preocupado, sino esforzarse en proteger a la infancia de cualquier asomo de peligro o incertidumbre. Y, sin embargo, la rabia, el aburrimiento, el enfado, el ennui son sentimientos muy propios de una edad de la vida donde no se nos permite tomar muchas decisiones independientes y donde la progresiva construcción de la personalidad propia y de los deseos de libertad está en pugna constante con un fuerte deseo de protección y seguridad. De esta lucha pueden surgir sentimientos extremos como la rabia, que existe en la niñez, y cómo. ¿Nadie recuerda cómo odiábamos de repente, con una intensidad inversamente proporcional a la duración del sentimiento, a compañeros de clase que hasta hace poco han sido nuestros mejores amigos, a padres, a hermanos, a maestros? ¿Nadie recuerda cómo la rabia subía por nuestra garganta cuando era imposible mantener nuestras promesas de no volver a hablar a los demás? Quien no lo recuerda es quizás porque ha mistificado su infancia. Pero en ella la rabia siempre estaba ahí, acechante.
De la rabia trata precisamente este libro de Bruno Tognolini (Cagliari, 1951), Versi di rabbia, como indica su título, que es toda la declaración de intenciones y que no deja dudas la lector acerca de lo que le espera. Son estos versos de rabia, en los que se podría entender ese complemento del nombre tanto con un sentido de origen – escritos desde la rabia o con rabia – como con un sentido de producto y resultado –sobre la rabia –, pues en ningún momento esconden que es ese sentimiento el que tiñe todo el conjunto de poemas. Esto es ya de por sí digno de mención y elogio, pues de todas las modalidades que se han desarrollado y establecido a la largo de la historia de la literatura, tal vez sea la invectiva la más ignorada por este último siglo y medio de modernidad poética que, a mi juicio, ha llevado a la poesía desde los púlpitos decimonónicos, con su lenguaje henchido y sus exclamaciones pensadas para ser gritadas y declamadas, a los sillones de los salones burgueses y las tertulias de café, donde se lee en voz baja y en soledad, por una primacía del lirismo que encaja mal con el recitado en alta voz. La invectiva está más cerca de la primera opción que de la segunda, pues nace del careo, de la interlocución, de la plaza pública, y es poesía que sí espera respuesta. Extraño resulta, por ello, que no haya tenido más suerte en la poesía infantil (salvo en lasa burlas y juegos populares), ya que esta tiene un componente insoslayablemente oral derivado de la herencia de lo tradicional y está pensada en muchos casos para se recitada y trabajada – como se dice en ámbitos pedagógicos – con los niños que para ser leída por estos en el silencio de su habitación.
Estos Versi di rabbia resistirían la prueba del grito, del improperio, de la descarga, de la explosión de frustración, del desahogo absoluto, aun siendo versos que solo de vez en cuando usan recursos populares, que no siempre usan la rima y que se distinguen por una acusada irregularidad en la medida de los versos.
Como muchos poemarios para niños, este también se articula en torno a un tema que unifica todas las composiciones, lo cual es al mismo tiempo un riesgo y una ventaja. La ventaja es de cara al lector y la situación comunicativa, ya que tal vez un lector en formación como el infantil agradezca un eje orientativo, una barandilla a la que agarrarse cuando comienza a leer un libro que no es una narración, que es según Antonio Lugli la forma por excelencia de la literatura infantil y la que el niño está más habituado. El inconveniente es de cara al autor, pues tal corsé no hace sino constreñirle un poco, aunque también pueda suponer un desafío que estimule su creatividad, pues, al fin y al cabo, de muchos encargos draconianos han nacido obras maestras. No obstante, y como sucede tantas veces, aquí se remonta esa dificultad y se consigue una variedad dentro de un tono general acusatorio, invectivo, a veces burlesco, a veces encendido, no pocas veces frustrado y siempre muy airado. De esta manera, se ofrece un auténtico repertorio de rabias, de distintos tipos, con distintas causas y, sobre todo, expresadas a través de diversos recursos, que es lo más importante.
Hay verdaderas expresiones de rabia, como Malaugurio del traditore, donde una voz poética inconfundiblemente infantil le desea lo peor a un antiguo amigo que ahora prefiere la compañía de otro niño. Y, entre otras cosas, espera que el otro tenga quinientos cuarenta y seis dientes cariados con los que siempre quiera besarlo. Este uso de imágenes de gran fuerza y con cierta tendencia al feísmo aparaece también en Rima lontana lontana, donde el yo poético aconseja al interlocutor que se aleje porque en torno al corazón tiene “diez perros”, “un incendio rojo” y un “alambre de espinas”, que le harán daños si se acerca. Y, sobre todo, en una serie de tres poemas (Improperio del regno animale, Improperio del regno vegetale, Improperio del regno minerale), donde el yo poético lleva a cabo una invectiva basándose en dos recursos combinados: la enumeración de insultos, por un lado; y las metáforas basadas en elementos de los tres reinos naturales, por otro. Se llama al innominado interlocutor lindezas como “Cara de cerdo, aliento de perro / Cabeza de oveja, ancas de rana”; “Nariz de patata con ojos de judía”, “Piel de garbanzo”, “Corazón de piedra, cara de bronce”, “No has nacido de una madre de verdad / sino escavado en una mina”, “Manos de hierro como dos pesas / me haces daño cuando me acaricias”, y “Es por todo esto por lo que debajo de la ropa / estás oxidado”.
En otras ocasiones, en cambio, se da un respiro a la rabia. Es el caso de Rima spaccaparole juega a dividir palabras compuestas: “Giochamo a pianoforte / tu sei piano, io son forte”, y otros constituyen auténticos diálogos en que dos voces discuten entre sí para no llegar a ningún acuerdo, poniéndose así de manifiesto la inutilidad de los litigios. O de Rima giostrina, basado en la paradoja: “Tu sei tupido, ma non lo sai. / E vuoi sapere perché non lo sai? / Perché seis tupido / Ma non lo sai” (“Tú eres tonto, pero no lo sabes. / ¿Y quieres saber por qué no lo sabes? / Porque eres tonto / pero no lo sabes”). 
Todo el conjunto está enmarcado por dos poemas, el de inicio y el de cierre, que no están colocados ahí al azar, y que suponen una declaración de intenciones. El primero, que se llama Rima di rabbia, como sucede muchas veces en los poemarios, nos introduce en el tono general del libro, con su metafórica forma de definir el sentimiento de la rabia (“Aliento de arena”, “Flor de fuego” “Acaba con todo / y deja mi corazón / limpio y seco”). El último, mucho más largo, Ultima rima. Per i grandi. Scongiuro contro il nazismo futuro (Última rima. Para los mayores. Exorcismo contra el nazismo futuro) destaca, en primer lugar, por su consciencia del doble lector que tiene casi siempre la literatura infantil, pero, sobre todo, porque supone una autocrítica a la sociedad que los mayores están legando a los niños, y expresa el deseo de que la rabia de estos no se convierta en el futuro en un cuento demasiado cruel y duro.
Subrayando de vez en cuando estos versos de rabia aparece un total de seis ilustraciones en blanco y negro, que expresan de manera sintética y con recursos propios de la poesía visual algunos de las imágenes expresadas en el texto al que acompaña. Este sería, pues, un poemario con ilustraciones más que un poemario ilustrado, ya que aquí ambos lenguajes no dialogan casi en igualdad de condiciones, como sucedería en un álbum-poema, y las ilustraciones acompañan muy pocos poemas. Por ejemplo, en Rimetta d’amore furioso (“Mare en burrasca, terra in tempesta / Se non mi ami ti spacco la testa”; “Mar en borrasca, tierra en tormenta / si no me amas, te corto la cabeza”), una silueta femenina se sienta, con los ojos vendados, sobre un oleaje en forma de corazón mientras, encima de ella, una flecha que atraviesa un corazón la apunta también a ella. O, en Rima senza perdono, la cabeza de una figura masculina se convierte en una especie de nube emborronada, mientras que, en la ya mencionada Rima lontan lontana, se representa un corazón rodeado por un alambre de espinas, reflejando una de las imágenes de los versos.
Por último, no querría finalizar esta reseña sin hacer una referencia a la edad del posible lector de estas Rime di rabbia, pues, al considerarlo, surge la pregunta de si existe verdaderamente una poesía juvenil como género independiente, más allá de los textos que no han sido escritos para ellos y que sin embargo se dan a leer a los jóvenes lectores en los libros de texto de lengua o en las antologías preparadas expresamente para ellos. Un libro como este quizás podría ser la respuesta – afirmativa – esa pregunta. Porque se trata de poesía hecha para ellos y sobre ellos, donde la voz poética es impostada, pues no deja de ser un adulto quien habla, pero es no falsa ni suena a falsete. Todo un logro.

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